Trabajar como diseñadora freelance ha sido un camino lleno de desafíos, pero también de muchas satisfacciones. Decidí apostar por esta vida hace un poco más de 10 años porque buscaba algo más que diseñar: quería libertad, proyectos diferentes a los que hacía normalmente y conectar con clientes diversos. Sin embargo, pronto entendí que para ser diseñadora freelance no basta con tener habilidades creativas. Había que combinar creatividad con estrategia y gestión.
Lo primero que hice fue construir un portafolio sólido. No se trata solo de mostrar trabajos bonitos, sino de contar una historia. Seleccioné proyectos que realmente reflejaran mis habilidades y la forma en que resuelvo problemas creativos.
También aprendí que especializarme marcaba la diferencia. Encontrar un nicho –en mi caso, inicié con diseño web – me ayudó a destacar y conectar con clientes que valoraban mi estilo.
La marca personal fue otro pilar. No basta con diseñar bien; hay que comunicarlo al mundo. Construí una identidad visual coherente, un sitio web que hablara de mí y de mi trabajo, y me aseguré de ser auténtica en cada interacción, demostrar profesionalismo y hacer que mis clientes sintieran que realmente participan en su proyecto.
Por supuesto, esto no sería sostenible sin aprender a gestionar mi tiempo. Divido los proyectos en tareas pequeñas y me apoyo en herramientas como Notion para mantenerme organizada. Desde hace un par de años mi vida freelance comienza en las noches (tengo un trabajo a tiempo completo y mellizos!), por eso organizarme y utilizar al máximo el tiempo es básico.
Si algo he entendido en este tiempo es que ser freelance implica mucho más que diseñar. Significa gestionar tu negocio, cuidar a tus clientes y nunca dejar de aprender.
Ser diseñadora freelance ha sido una aventura, y si tú también estás pensando en dar el salto, te animo a que lo intentes.
